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Alma Delia Murillo

31/01/2015 - 12:01 am

Negligencias históricas

Así como se sabe de las ratas cuando se ha crecido en el campo o en la pobreza, se sabe de las tragedias constantes cuando se vive en un país que estructuralmente no funciona. No quiero hablar de circunstancias específicas porque aún no están detalladas y porque en México esclarecer circunstancias puede llevar medio siglo […]

Fotografía Tomada De La Red
Fotografía Tomada De La Red

Así como se sabe de las ratas cuando se ha crecido en el campo o en la pobreza, se sabe de las tragedias constantes cuando se vive en un país que estructuralmente no funciona.

No quiero hablar de circunstancias específicas porque aún no están detalladas y porque en México esclarecer circunstancias puede llevar medio siglo de averiguaciones, negaciones y manoseos exasperantes de información.

Pero quiero, necesito repasar algunos eventos que creo, darán respuesta a la pregunta que me hice la mañana de este jueves cuando supe de la explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa: ¿por qué, por qué otra vez una tragedia así?, ¿estamos malditos o es que todos los accidentes son simplemente fortuitos, casuales?

Hice un recuento de los horrores que recuerdo y la respuesta se configuró sola y se presentó delante de mí con todo su peso.

Desde la explosión en San Juan Ixhuatepec (San Juanico como lo escuché por primera vez cuando era una niña de seis años y supe de la tragedia) todo ha sido un eterno ir y venir para determinar si Pemex tuvo o no responsabilidad en ello. Fue en el año de 1984 y costó la vida de alrededor de quinientas personas; ¿hay espacio para dudar de la responsabilidad de Pemex por haber instalado una planta de gas en una zona de viviendas con pleno conocimiento del enorme riesgo que ello implicaba?

La siguiente desgracia que puedo recordar fue la que ocurrió en Guadalajara, era el año de 1992 y el gobierno de Carlos Salinas de Gortari cacareaba por el mundo su triunfal arribo al Tratado de Libre Comercio que estaba próximo a firmarse. Fueron una serie de explosiones apocalípticas que hicieron volar en pedazos las calles, las casas, los autos. Más de doscientas personas murieron y más de mil resultaron lesionadas; se supo que el drenaje de agua tenía restos de hidrocarburo porque había una instalación deficiente de los poliductos en un esquema por demás arriesgado y peligroso, que nunca debió montarse sobre el sistema de drenaje. El que era gobernador de Jalisco entonces, pidió licencia para retirarse del cargo y en cuestión de quince minutos recibió autorización de Presidencia para quedar fuera. ¿Cómo viven esas más de mil personas mutiladas y lesionadas ahora?

Aquí en la ciudad de México, el incendio en la discoteca Lobohombo que nos conmocionó tanto, fue en el año 2000. Se concluyó que la chispa siniestra vino de una mala instalación eléctrica y que probablemente las consecuencias no habrían sido funestas si el lugar hubiera contado con salidas de emergencia pero no tenía, así murieron más de veinte personas cuando el techo en llamas colapsó sobre ellos. ¿Qué funcionario del Gobierno del Distrito Federal violó un protocolo o simplemente eludió la supervisión y permitió que la discoteca operara sin ese requisito mínimo de seguridad y por qué? Seguimos sin saberlo y el propietario del lugar, al que se señaló como culpable, sigue libre.

Y es difícil hablar de Lobohombo sin recordar ese espantoso evento de asfixia masiva en la discoteca News Divine ocurrido en el año 2008, la conclusión fue la misma: negligencia del operativo policíaco que bloqueó las salidas y provocó aquella catástrofe que, aunque sea de otra naturaleza y no estemos hablando de una explosión, nos sigue escupiendo en la cara que la imprevisión y la ineptitud son constantes en este país.

No olvidamos el incendio en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora en el año 2009 y la dolorosa muerte de esos cuarenta y nueve bebés cuyos padres siguen clamando en el desierto, buscando consuelo, mendigando claridad y justicia.

Ni la pipa de gas que explotó en San Pedro Xalostoc en el Estado de México el año 2013 y que mató a más de 20 personas; ese mismo año hubo una fuga de gas y explosión en las oficinas de Petróleos Mexicanos donde otras 37 personas perdieron la vida.

Cito sólo estos ejemplos que son los que puedo recordar pero quienes tengan más edad o mejor memoria podrán sumar otros cuatro o cinco, sin duda.

No puede ser pero es, tanta miseria en un mismo lugar debe tener una causa.

¿Es que vivimos en un campo minado porque somos hijos predilectos de la tragedia o porque alguien, tal vez muchos, no están haciendo bien su trabajo?

¿Tantos errores, tantas fallas abandonadas, tantas supervisiones eludidas son producto de la casualidad o de un maleficio que nos persigue sin tregua?

Luego de las catástrofes llegan las declaraciones, los peritajes, las indemnizaciones, los supuestos hallazgos pero nunca la justicia, eso no, eso jamás.

No hay más que sumar uno más uno para comprender de dónde vino el dos, no hay más que acercar las piezas para comprender cómo funciona el engranaje. Y la verdad lastima de tan burda, de tan obvia, de tan mierda pero es así:  se hacen contratos que no se apegan a los debidos protocolos porque probablemente existan acuerdos ventajosos y prebendas de por medio para proteger a personajes clave, lo que provoca que la calidad se vuelva tema secundario y aún sin cumplir con los estándares mínimos de seguridad o desempeño, algunas empresas exentan auditorías y revisiones pues eso es parte del acuerdo; y entonces ocurren accidentes monstruosos que matan a algunas personas y a otras les trastornan la vida para siempre de un modo inenarrable. En ese orden; como dijo con la displicencia que le caracteriza el señor procurador y a quien, a propósito de su declaración por Ayotzinapa, vuelvo a retomar para cerrar este texto: en México no existen las verdades históricas porque aquí la historia está hecha de mitos y mentiras.

¿Tragedias históricas? Esas sí tenemos, por montones, y siento escalofríos de pensar que mientras no reconstruyamos este país por completo, siempre habrá, en algún lugar de México, negligencias y corruptelas como bombas de tiempo avanzando implacables el segundero hasta que llegue el día de su explosión.

@AlmaDeliaMC

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